Diario “La época”
21 de enero de 1996
Ximena Poo |
Jerez, encontrando humanidad
Realista, perteneciente a una corriente subterránea de escritores que articula una memoria que, sin estar en la punta de los rankings de venta se ubica en un eje literario gravitante más en el extranjero que en Chile.
Fernando Jerez nación en 1937, Lo Miranda, a unos pasos de Rancagua. Estudió novela en la Fundación Luis Alberto Heiremans, en un curso dictado por el escritor Manuel Rojas. Nunca estuvo en el exilio, aunque pensó en autoexiliarse. Dirigió la revista Objetivos y en 1984 recibió el Premio Municipal de Literatura por su libro de cuentos Así es la cosa. Con una escritura arraigada al contexto histórico, social y, sobretodo, económico, está abocado a una nueva novela , dirige con éxito un taller literario en el recinto penitenciario Colina 2 y es miembro, por la Sociedad de Escritores de Chile, del Consejo Nacional del Libro.
Sus libros han recorrido traducciones y marcado ciertos espacios siempre bajo una línea narrativa supeditada a la investigación del entorno: Los sueños quedan atrás (Cuentos, 1960, Ediciones Inecupebe); Déjame tener miedo (Cuentos, Editorial Huda, 1971); El miedo es un negocio (Novela, Editorial Quimantú, 1973; Ediciones Corregidor, Argentina, 1973; Verlag Volk Und Welt, Alemania, 1975); Así es la cosa (Cuentos, Ediciones Samo, México, 1975; Ediciones Cerro Huelén, 1983); Un día con Su Excelencia (Novela, Editorial Bruguera Y Galinost, 1986; Alfaguara, España, 1988; y Planeta, 1988); y Temprano despunta al día (Novela, Editorial Atena Galinost, 1993). Asimismo, aparece en variadas antologías centradas en los escritores “después del golpe”.
-¿La obra que escribe actualmente se inserta en una línea seguida con libros anteriores, como Temprano despunta el día, libro ubicado en el ojo de la Unidad Popular?
-Este libro que estoy escribiendo viene a ser el segundo libro de una trilogía cuyo tema es muy obsesivo para mí: el dinero. El dinero como esa persecución tremenda y desmesurada, y que se ha dado en todas las épocas pero que es más notoria en la actualidad.
-De hecho, su primera novela se tituló “El miedo es un negocio”…
-La publicó Quimantú un mes antes del golpe, pero alcanzó a circular y por lo menos los libreros se quedaron con cualquier cantidad de ejemplares, estaba en las calles.
-¿Un libro argumental, con argumentos perseguidos?
-Era sobre el pánico financiero inmediatamente después de la elección de Allende. El pánico financiero invadió las esferas económicas del país, con transferencia de capitales hacia el exterior. Se produjo una situación muy curiosa de quiebra anunciada y así se estructura una trama. Lo central es el dinero.
-¿La novela de hoy, la que escribe, también se sostiene de la historia reciente?
-No, toma el año 1918, 1919, 1920 y después se basa entre el 50 y el 62. El trasfondo también es el dinero pero ya más con implicancia política, con problemas más existenciales, más freudianos, donde hay un personaje principal que crece, se desarrolla en un mundo de la persecución del dinero necesario, indispensable de sus padres y en la forma cómo se lo entrega a su señora: se lo esconde y siempre la hace trabajar para que lo encuentre.
-¿Esa obsesión literaria por el dinero se debe relacionar con el poder?
-Creo que tiene que ver con algo así como una fractura emocional… Sabes que trabajé en un banco y ahí pude darme cuenta de esta tremenda compulsión por el dinero. Vi varios fraudes que se cometieron también entre los mismos funcionarios y me angustiaba el hecho de que un día me dijeran “mire, póngase usted en esa jaula de vidrio, reciba billetes y pague”; era un pánico atroz. Tenía miedo de perder millones. Estuve ahí como diez años y después trabajé como lector en una editorial, después la editorial quebró y fui cobrador de facturas para una librería y recorría todo el país; a veces dormía en plazas, micros. Después trabajé con unos amigos de Odeplan, exporté cerdos y tratamos de exportar libros. He hecho clases.
-¿Cuándo decide ser escritor?
-Yo siempre me sentí escritor. Mi primer libro lo publiqué a los 19, un conjunto de cuentos…, frecuentaba a escritores como Pablo Neruda y Marta Brunet. Era algo así como el lazarillo de Marta Brunet, que estaba quedando ciega. Yo lo tomé como un oficio: todas las semanas sabía adónde iba y la esperaba. Soy muy amigo de Juvencio valle.
-No obstante, su escritura resultó guiada por una línea distinta a la de esos escritores que frecuentaba…
-Porque yo me inicié como lector muy temprano. Uno de los grandes regalos que he recibido en mi vida fue la biblioteca de mi abuelo, con obras de Tirso de Molina, Lope de Vega… Esas fueron mis primeras lecturas, con esas lecturas yo me dormía.
-¿Vivir, haber vivido experiencias fuertes, variadas, ha nutrido el realismo de sus escritos?
-Viví muchas cosas. Eso te da una amplitud de visión de mundo; yo diría que eso es estrictamente necesario aparte de la preparación.
-Así también escribe el libro Así es la cosa.
Fue un conjunto de cuentos, uno de ellos ha tenido mucha difusión en antologías en el mundo entero. Ha sido traducido en Alemania, Estados Unidos, Holanda… El cuento se llama Las Calles porque trata de los cesantes, de personajes que recorren las calles en busca de amigos que los inviten a comer y nadie invitaba, pasaban hambre no más.
-Después del 73 la plataforma de sus amigos escritores se sacudió bastante.
-Claro, se fueron todos los amigos. Se fue Poli Délano, Antonio Skármeta, Ariel Dorfman, y muchos más.
-¿Renegó de la escritura después de “Así es la cosa?
-No es que renegara. Me di una pausa muy grande porque escribir era inútil. Me dediqué a leer mucho y a estudiar. Bueno, además, ese mismo libro (Así es la cosa), se publicó afuera, en México.
-¿Se considera parte de los escritores que se encuentra fuera del circuito avalado por el marketing, un circuito que crea una base quizás, con identidad propia?
-Pienso que cada escritor elige su destino. Yo elegí un camino mucho más silencioso. Creo que he hecho más carrera literaria afuera que acá. El miedo es un negocio se publicó en Argentina y lo presentó Osvaldo Soriano; él impulsó esa publicación en Argentina. Se publicó en Alemania con gran publicidad. Mi literatura emerge en períodos muy conflictivos, absolutamente distintos a los de ahora; había otro tipo de valores, otro tipo de vida. Eso te da otra forma de asumir la literatura.
-¿De qué adolece a su juicio, la crítica literaria en Chile?
-Tiene una mirada muy cerrada, muy puntual sobre el libro, no tiene una mirada general, no hay diferenciación valórica. No fueron o no han sido valorados en su tiempo Pesoa Véliz, Nicomedes Guzmán, Juvencio Valle, Manuel Rojas, e incluso Enrique Lhin, entre otros, como Juan Emar, un escritor más valorado fuera de Chile que acá.
-¿Puede ser que la novela que escribe ahora se convierta en una gran “obra”?
-Más que producir una gran obra, creo que con los años lo que uno adquiere es el placer de escribir. Cuando uno tiene veinte años como que quiere compulsivamente estar siempre en la noticia, hacer bulla. Nosotros hacíamos escándalos y considerábamos que todos los escritores eran malos, pero ya con el tiempo uno va adquiriendo la alegría de escribir.
-¿Y cómo ha sido la experiencia, como escritor, en los talleres literarios en la cárcel? ¿Una experiencia literaria?
-Sí, yo creo que sí, yo hasta fraguaba un cuento en los espacios que me permitían mis temores. Uno va encontrando humanidad.
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