Adiós, Doris.
Adiós Doris, Cristián Labarca B. La Nación, 7.08.00
A veces, como buenos patrioteros que somos, los chilenos ignoramos la magnitud de reales talentos en nuestras huestes. Quizá porque éstos, justa y sanamente, rehúsan militar en cualquier grupúsculo y gozan saliéndose de la fila. Es el caso del escritor Fernando Jerez, en literatura, una verdadera sorpresa para aquellos –como quien escribe- que recién hoy se enfrentan a sus relatos.
Autor de “El miedo es un negocio” y “Un día con Su Excelencia”, entre otros, Jerez nos entrega hoy toda la riqueza de su prosa y el análisis sicológico con que describe cada uno de sus personajes.
Adiós, Doris, Revista Rayentru, Junio 2000, No. 8
Reúne este libro una serie de relatos breves de buena construcción, ágil, a veces perfecto en la información de la estructura psicológica de los personajes, desde donde seduce al lector. El cuento “Julia Roberts” nos revela lo anterior. Fernando Jerez, escritor de trayectoria que ha publicado novelas y cuentos breves, además de obtener reconocimiento en el extranjero, a propósito, Floridor Pérez dice: “Narrador auténtico, hábil en la pintura de caracteres, diestro en la urdidumbre de enredos”; exacta descripción que define el talento y trayectoria de Fernando Jerez.
Fernando Jerez, por Poli Délano. Diario “La Tercera”, 16 de junio de 2001
Recorriendo librerías -como con frecuencia lo hace todo escritor- me encontré con un libro que si bien apareció hace algún tiempo, no estaba en circulación, vaya uno a saber por qué razones editoriales o técnicas. Se presentó al público (me parece que el año pasado), tuvo un par de reseñas en la prensa y desapareció del mapa como por arte de malas magias. Ahora -me informa un librero- encontró su hogar legítimo y está de vuelta en los anaqueles. Se trata de Adiós, Doris, de Fernando Jerez, un arremetedor conjunto de cuentos editado por RIL.
Desde la publicación de su última novela, Temprano Despunta el Día, hace más o menos ocho años, Jerez mantuvo un riguroso "silencio de pluma", lo que en absoluto significa "pluma inactiva". Porque este escritor puede pasarse ocho años sin publicar, pero me consta que no se pasa un solo día de la vida sin escribir. Lo conocí hacia 1969, época efervescente en Chile: reforma universitaria en el debate nacional, vísperas de la elección presidencial más comentada de nuestra historia. En un acto organizado en la Sociedad de Escritores él, Manuel Miranda Sallorenzo (Q.E.P.D.) y yo realizamos una lectura de cuentos a manera de protesta contra un jurado de corte decimonónico que se permitió declarar desierto un concurso -en el cual los tres participamos-, alegando que no se había presentado ni un solo cuento. La reacción de la audiencia certificó el mal criterio de los miembros de ese jurado y avaló nuestros textos como buenos ejemplos del género breve.
La prueba de que Jerez -como digo- practica la escritura a diario, la encontramos en la decantación de su estilo. Según el crítico y académico José Promis, este autor merece contarse entre los mejores novelistas chilenos de hoy. Es, además, uno de los pocos escritores junto con Guillermo Atías (Y Corría el Billete) y Ariel Dorfman (Moros en la Costa) que durante el período (le la Unidad Popular se propuso novelar sobre la marcha aspectos del polémico y ardiente proceso político que vivió Chile bajo la presidencia de Salvador Allende. Su novela El Miedo es un Negocio (1973) publicada en u amplio tiraje por la Editorial Quimantú algunos meses antes del golpe militar, se refiere a una de las maniobras que protagonizó la derecha chilena por impedir que Allende asumiera la presidencia de la República. Describe y analizaa el pánico financiero que sus adversarios sembraron entre la población, mediante una artera campaña, para conseguir que hasta los más modestos cuentahabientes retiraran sus fondos monetarios de los bancos. Este libro se publicó también en Argentina, por gestión de Osvaldo Soriano, y se tradujo al alemán, pero buena parte de la edición chilena fue víctima de la piromanía del régimen militar.
Durante los tiempos militares, este escritor, contrariamente a la mayoría de sus colegas de generación, que nos dispersamos por el mundo, se mantuvo en un casi silencioso "insilio" y publicó dos libros que reflejan diversos aspectos de la desolación y sordidez que prevalecieron en el régimen represivo: el primero, Así es la Cosa, que apareció en México en 1975 (diez años más tarde obtuvo el Premio Municipal de Santiago con su segunda edición). Estos cuentos son el resultado de las vagancias del propio autor -tras ser exonerado de su cargo bancario- por un Santiago post golpe, y recogen con intenso dramatismo la atmósfera de una ciudad desolada y el ánimo sombrío que manifestaban los perdedores; el segundo, Un Día con su Excelencia, ha tenido ya varias ediciones, sumándose a la amplia literatura "de dictadores" que se produjo en América Latina (Asturias, Roa Bastos, García Márquez, Vargas Llosa).
Después de Temprano Despunta el Día, elogiada unánimemente por la crítica como una novela distinta y alteradora, Fernando Jerez nos entrega Adiós, Doris, dieciocho cuentos que muestran las mejores cualidades de este escritor perteneciente al grupo generacional que José Donoso -en la década de los 60- bautizó como "novísimos". Las historias -algunas, como "Las falenas" o "Detrás de los visillos", estaban ya consagradas en antologías recientes- dan cuenta de un artista que ha encontrado quizás el punto mayor de su madurez produciendo una prosa muy bien elaborada, un lenguaje pulido minuciosamente y -además- una mirada singular, aguda y sensible sobre los seres y su entorno, factores que, en suma, constituyen el fundamento de todo buen escritor.
Antonio Rojas Gómez, El Mercurio, Valparaíso, 2 de julio de 2000
Fernando Jerez es uno de los máximos exponentes de la literatura chilena actual, más conocido en el extranjero que en el país. Ha sido publicado en Argentina, México, Alemania, España, Francia, Italia, Holanda y Estados Unidos. Entre sus obras se cuentan las novelas "El miedo es un negocio" (1973), "Un día con Su Excelencia" (1986) y "Temprano despunta el día" (1993), y el volumen de cuentos "Así es la cosa" (1975) que obtuvo el Premio Municipal de Literatura de Santiago en su edición chilena de 1983.
"Adiós, Doris" revela a un autor maduro, inteligente, sensible e imaginativo, profundo conocedor del alma humana y al mismo tiempo orfebre de la prosa, trabajada con dedicación hasta el límite de lo perfecto. El resultado es óptimo. Se trata de un libro descollante en el género del relato breve, que tantos y tan buenos cultores tiene en nuestro país. Entre todos, Jerez sobresale, con méritos sobrados.
Los dieciocho cuentos del volumen aparecen divididos en tres partes. La primera está integrada por cuatro historias breves, que tienen en común la atmósfera de irrealidad, de sueño, que produce un choque entre la imaginación y el mundo objetivo, generador de una suerte de explosión sensible que no puede dejar de emocionar. Especialmente logrados resultan "Ruego a Dios" (Pág. 15) y "La madre de la esquina". quien "ha sido la madre más madre que registra la memoria del barrio" (Pág. 13).
Los nueve cuentos de la segunda sección son más extensos, y por tanto más elaborados. La calidad es pareja; no hay puntos débiles en el libro, lo que resulta un mérito difícil de encontrar en un volumen que incluye tantos títulos y temáticas tan diversas. No está ausente el humor, que raya en sarcasmo, por ejemplo en "Recuerdos para Rubén", "Feliz navidad" o "A la maleta". Es un humor un poco triste, que deja un regusto amargo. Pero los puntos más altos se encuentran en las historias dramáticas: "Las falenas" y, sobre todo, "Detrás de los visillos", acaso el mejor logrado. Narrado desde la óptica de un niño, es un relato desolador que contrapone el amor y la dignidad al atropello del más elemental derecho a la vida. Un acierto conmovedor.
Los últimos cinco cuentos de la tercera parte están dedicados a Doris, que da título al libro, y que se había insinuado ya en simples menciones en un par de relatos anteriores. Escritos en primera persona por el marido, nos muestra el quiebre irremediable del matrimonio de Doris. Aunque cuentos independientes, se relacionan estrechamente, como capítulos de una novela que no alcanza a desarrollarse porque su núcleo basta para entender el todo: esa relación de amor y odio confundidos en un sentimiento extraño y avasallador, que repele y a la vez atrae. Una pareja sin destino; una unión sustentada en la necesidad adictiva del sufrimiento, el que se recibe y el que se brinda, y del cual no resulta posible escapar. Porque al final, consumada ya la separación en el cuento postrero, encontramos otra voz narrativa, externa, que desde una tercera persona desmenuza los sentimientos del narrador de los episodios anteriores y en una vivisección sin anestesia aporta la dolorosa realidad de la pérdida insostenible, así como era insostenible también la permanencia antigua. En esta última parte destaca la mano maestra de Jerez, capaz de edificar un mundo interior convincente, cuyos trágicos pliegues estremecen la conciencia del lector.
"Adiós, Doris" es un libro notable de un narrador que se empina entre los más brillantes no sólo del país, sino de cuantos escriben hoy en lengua castellana.
Ramiro Rivas, revista Rocinante, Noviembre 2000, Nº 25
A los que hemos seguido de cerca la trayectoria literaria de Fernando Jerez, no nos causan extrañeza sus prolongados silencios entre una y otra obra publicada. No es un autor al que le inquieten las urgencias; es más bien un escritor de trabajo sistemático, de elaboración minuciosa, que sabe dar reposo a los textos para intervenirlos una y otra vez. Se ha dicho que la literatura es un acto de inserción en la realidad, de acuerdo a las circunstancias históricas, sociales y políticas. La obra de este autor ejemplifica esta máxima a través de la concreción de una escritura en permanente búsqueda de la verdad, inmerso en los hechos recientes de nuestro país, en la actualización de estos hechos que tarde o temprano se transformaran en historia, en
testimonio vivo de lo aparentemente transitorio.
Si revisamos cada una de sus novelas, nos vamos a encontrar, indefectiblemente, con una denuncia explícita de todo tipo de atropellos, ya sea de carácter político, social o económico. Todo es tema novelable para este autor, desde el pánico financiero desatado durante el gobierno de la Unidad Popular (El miedo es un negocio, 1973), el autoritarismo militar (Un día con su Excelencia, l986), a la preocupación por los derechos esenciales del individuo (Así es la cosa, 1975).
Adiós, Doris reúne dieciocho relatos divididos en tres secciones. En las dos primeras no advertimos mayor diferenciación, sino más bien cierta uniformidad temática y formal, esa tendencia a la precisión en los pormenores que no advierte una mirada fortuita, la lucidez para retratar ambientes cerrados, la sutileza de su sarcasmo o la velada ironía. Pero también resalta la habilidad para crear enigmas en los personajes (y el lector), enigmas que ninguna de las partes sabe a donde conducen. Buenos ejemplos lo constituyen los logrados cuentos “Las falenas”, “Matices”, “RH negativo”, “Detrás de los visillos” o “En la cama sentada a mi lado”. El desamparo existencial, la incomunicación, el dramático limite entre la realidad y el sueño, la fantasía interior y la brutalidad del día a día, parecieran acechara estos sujetos eternamente atrapados y a punto de sucumbir. No es un mundo complaciente el descrito por Jerez. Cada individuo expone sus pliegues más secretos, auscultados por un observador perseverante en el
detalle, en las claves ocultas, apenas sugeridas. El autor dejo atrás la especulación experimental que caracterizo a su generación, dando paso a una escritura de mayor sincretización narrativa. El humor también esta presente en este libro, con un dejo paródico y crítico de nuestra chilenidad (“A la maleta”, “Empate”).
Cierra el libro con un segmento que reúne cinco cuentos con un hilo conductor unívoco: las desavenencias amor-odio de un matrimonio compuesto por Doris y su marido. Son historias cotidianas, de aparente autonomía entre sí, que perfectamente podían haberse independizado más con solo cambiar la voz narrativa (el marido) y la protagonista (Doris), evitando esa sensación de novela incipiente. Es perceptible en estos textos una leve afinidad con Raymond Carver en el tratamiento descarnado de sus personajes y los desenlaces frecuentemente abiertos. No obstante el último cuento, en donde el narrador abandona la primera persona por una en tercera, como destinado a reformular las diferentes instancias en busca de una definitiva comprensión o cierre totalizador.
Fernando Jerez, con este libro, confirma sus dotes de gran cuentista, la perspicacia de su visión de mundo, siempre atento a las precariedades del hombre de nuestro tiempo.
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