El himno nacional.
El Himno Nacional,
El Periodista, Santiago, 31 de enero de 2002 Su autor narra una historia que comenzó siendo la suya. La acción está situada en 1985, cuando los opositores al régimen militar se reunían en las afueras de la Catedral para cantar el himno nacional en señal de protesta contra la opresión, cita a la cual Jerez no faltó nunca.
El protagonista de esta narración es un pintor de nombre Vinicio, quien empieza a observar a los agentes del Estado que vigilaban al grupo para intentar explicarse el motivo de sus acciones, pero explorando finalmente el mundo de los torturadores.
Jerez entra en el mundo psicológico
de los verdugos y en la vida de este artista que, sin falta, acude a la reunión de cada miércoles, aunque sin una visión politizada, sino mezclando el humor y la tragedia en una época en que vivir situaciones extremas era lo cotidiano.
El himno nacional, Las últimas Noticias, 11-02-2002
Humor y tragedia son los vértices centrales de este relato protagonizado por tres agentes de la represión guante el período de la dictadura militar en Chile, enfrascados en la persecución sin fin de un singular opositor al régimen. En ésta, su cuarta novela, el autor de “Un día con Su excelencia”, confirma su solidez narrativa al examinar con ironía, no exenta de dulzura, los dramas personales de ese trío de oscuros torturadores, armando un colorido retrato de las vidas mínimas sometidas a experiencia límites.
Novela, Revista El Sábado, El Mercurio 29-03-02
A través de Vinicio, pintor que junto a un grupo de manifestantes acude regularmente a protestar y a cantar el himno nacional en la plaza de armas, sosteniendo una caricatura del dictador, Jerez retrata a sus acechadores. Agentes de la represión, oscuros protagonistas de un largo período de nuestra historia cuyas motivaciones privadas y caracteres psicológicos han sido poco investigados. Fernando Jerez hace brotar de las páginas de El Himno Nacional la imagen clara de hombres extraños y torvos como perversas flores negras. Un libro bien escrito, con personajes construidos de manera inteligente.
El Himno nacional. Luis Valenzuela, Mercado Negro No.14 diciembre 2002
La novela de Fernando Jerez (1937) a través de una historia que transcurre a mediados de los ochenta, escarba en el mundo y contexto de la tortura vista desde personajes tanto victimarios como víctimas.
El himno nacional, uno de los íconos patrios que desde niños debemos venerar, es la bandera de batalla de un grupo de protestantes contra la dictadura, que todos los miércoles se paraban en la Plaza de Armas frente a la Catedral a cantarlo como señal de protesta contra el “abusador”, “opresor” o sátrapa como lo llamaba Vinicio, uno de los protestantes y protagonista. Éste es un pintor vigilado por agentes de la dictadura que no se conocen entre sí. Los personajes son mostrados por el narrador en tercera persona, por medio de su pasado y su trabajo de agentes de inteligencia. Danilo, ex boxeador olvidado pasa a ser Puñete Rabioso: Leandro, un fiel creyente en Dios, es llamado Chancho en Misa; y Omar, Juan Buenas Peras. A través de sus amores, tragedias y conflictos sicológicos, el narrador nos deja en claro que estamos frente a personajes totalmente fragmentados, llegando como lectores a entender, no justificar, el accionar irracional de éstos.
Lo interesante de esta novela es que por medio de una prosa simple y rápida logra una reflexión sobre una época tan reciente. Otro punto destacable es la presencia en ambos bandos de Dios e iglesia a través de distintas focalizaciones. Por un lado Vinicio implorará salvación contra las injusticias cometidas contra compañeros suyos y, por otro lado, Chancho en Misa no entenderá cómo su Dios puede tolerar a gente tan mala como al pintor Vinicio. Miedos compartidos atañen a varios de los personajes. “Vinicio llegó a la conclusión de que los opresores también sentían miedo, no el miedo humano, sino el temor animal que les inspiraba su situación irregular en el poder (pág. 15). En definitiva, El Himno Nacional es un valioso intento por poner en el discurso actual, que desea olvidar las atrocidades de la dictadura, un tema como la tortura y sus componentes por medio de los puntos de vista de los dos bandos opuestos. Es una novela que a pesar de tener un corte político no se transforma en un medio retórico para dar a conocer un discurso, ya que logra establecer sus parámetros por medio de una narración ágil y bien armada. Buena novela para recorrer los mundos de la tortura durante la dictadura militar.
El Himno Nacional, novela de Fernando Jerez, Ramón Riquelme, La Tribuna, Los Ángeles, 23-05-02
El Himno Nacional, novela de Fernando Jerez, Colección narrativa Ediciones LOM, Santiago de Chile, 2001. Motivo de la cubierta “Un bello momento de vida”, acuarela del pintor chileno K. Poblete. La obra narrativa de Fernando Jerez es una de las más sobresalientes de nuestra literatura. Desde su primer libro, “Un bachiller extraño” (1958), conjuntos de cuentos juveniles de mucha frescura y gracia en la construcción de la anécdota verbal. De su larga producción editorial, señalemos que su novela “El miedo es un negocio” (1971) nos muestra con mucha eficacia, un momento luminoso de nuestra historia reciente. “Un día con Su Excelencia”, es una fábula festiva que el ojo del autor nos brinda para recrear la estructura de un orden autoritario agobiante, de gran frustración colectiva. “El himno nacional”, es un relato de tensiones dramáticas que nos va mostrando un espacio de tiempo (1978-1988) histórico, pero desde la óptica de lo arbitrario. Establece el autor una atmósfer densa, híbrida con doble lectura e intenciones, que nos recuerda la prosa de Ferdinando Céllini.
Entretelones del Horror, Iván Quezada, El Mercurio, Valparaíso, 13 de mayo de 2002
Hacia 1990, en los comienzos de aquella estrategia de marketing denominada Nueva Narrativa Chilena, el anhelo que con mayor asiduidad se escuchó fue el de una “gran novela” sobre la dictadura. Numerosos escritores y críticos, consideraron que su sola aparición vencería definitivamente los tradicionales cuestionamientos que tildan a la narrativa nacional de localista y anecdótica. Sin embargo, con el paso de los años, aquel supuesto se nos ha presentado como lo que en verdad era: una especulación sin fundamento alguno.
El error se originaba, por una parte, en un oscuro complejo de inferioridad de los narardores ante los poetas, y por otra, en el excesivo voluntaris,o de una industria editorial que pretendía altarse el lento desarrollo de la literatura valiéndose sólo de su torpes fórmulas publicitarias. Ahora que el tiempo ha transcurrido, la publicación esporádica de un buen libro de prosa es nada más que eso: unlogro destacado en la ardua evolución de la narrativa.
Toda esta extensa introducción tiene su razón de ser en “El himno nacional”, la última novela de Fernando Jerez. Su libro, elegido por el Círculo de Críticos de Valparaíso como la obra literaria más interesante del año pasado, se centra precisamente en la segunda mitad de la dictadura: la fecha es 1985, una época dominada por las intrigas y las “misiones” de los servicios de seguridad, y el escenario un Santiago extraordinariamente gris. Desde la primera línea, el relato se define como político y no desde un punto de vista ambiguo o neutro, sino tomando una clara posición en contra del gobierno de la época.
Esta sinceridad es uno de los grandes méritos del texto. Pero no se crea que semejante opción reduce a la escritura al panfleto; por el contrario, la brutalidad que se quiere denunciar se decanta primordialmente en el lenguaje, más incluso que en los sucesos de violencia. El habla chilena, que en el contexto cotidiano puede oírse como ingenuo por sus carencias lingüísticas y el feísmo de algunas de sus expresiones, en boca de los torturadores pierde todo su candor y se convierte en un mecanismo de la barbarie.
Desde luego, la elaboración de esta “identidad” de los agentes a través de sus prejuicios políticos, sociales y religiosos, como también mediante su deslealtad inclusive entre ellos mismos, no tiene nada de superficial ni obvio. La paradoja surge, no obstante, de los motivos en cierto modo estereotipados que inspiran a algunos de ellos. “Chancho en misa” y “Puñete Rabioso”, por ejemplo, responden o bien a una religiosidad integrista, o a un machismo de la peor clase, ambos iconos más o menos establecidos de la chilenidad.
¿Cómo, entonces, la narración evita sumergirse en una rueda de descripciones demasiado evidentes? En realidad, la estructura funciona como un conjunto. A medida que la memoria reconstruye los entretelones de la historia, los múltiples caracteres, el sentido sugerido por el título adquiere una presencia indiscutible: cuando el horror inherente a la nacionalidad emerge, los valores individuales sucumben ante la prioridad colectiva de la venganza y la traición velada. En tal caso, lo único que resta sería cantar heroicamente el himno nacional.
De este modo, los personajes como entidades singulares no son especialmente importantes, o a lo menos su relevancia es bastante inferior a la dinámica fatalista del argumento. A pesar de ello, el pequeño héroe de Jerez –un pintor casi anciano que presiente la desgracia hasta en la joven de la cual se enamora platónicamente- posee una aura particular que podría situarlo en otro plano ético. Su protagonismo plantea una pregunta conmovedora ante tanta violencia.
Dulce patria recibe los votos, Camilo Marks, revista Qué Pasa
No es muy difícil darse cuenta enseguida dónde está lo novedoso, lo particular, incluso lo notable, en El himno nacional, última novela de Fernando Jerez (autor de la exitosa El miedo es un negocio, reeditada en Argentina y traducida al alemán, y en fecha más cercana de Un día con Su Excelencia y Temprano despunta el día). Cualquier obra sobre el pasado reciente es sospechosamente sentimental. En cambio, los vigilantes, los torturadores, los soplones, los delatores o agentes que pueblan El himno..., así como sus víctimas, actúan con una completa naturalidad, sin mayores problemas de conciencia.
Fuera del pintor Vinicio y la bella modelo Rosaura, por la cual el artista, hombre ya maduro y casado, siente un amor culpable, el resto de los personajes deviene en arquetipos, en cierto modo agigantados, desmesurados, tal como ocurre en algunos dibujos, en afiches o en graffittis. Así, son mucho más llamativos por aquello que representan y no tanto por lo que, en verdad, son. Al final del relato, quedamos con la extraña sensación de un mundo inacabado y suspendido ‑el de las protestas y los movimientos espontáneos de los años 80 y el seguimiento a quienes parecían dirigirlos‑, sin un puente hacia la época actual, donde la historia se diría detenida. Sin duda, al narrador le apasiona ese período cronológico, aunque su rechazo a ciertos aspectos de él es demasiado evidente. Tal vez por ello debemos confiar en Vinicio, un hombre débil, algo cobarde, pero en definitiva dotado de principios y conciencia cívica.
El himno... debe su nombre al variopinto y abigarrado grupo de personas, de todos los pelajes y de las más diversas procedencias, entonando la canción patria en las proximidades de la Plaza de Armas, hacia las postrimerías del gobierno de Augusto Pinochet. El ambiente reflejado es el de los slogans, los mitos, el folklore, la poesía, el arte, las privaciones extremas, el rencor, la rabia, el resentimiento y también las esperanzas, si bien divisadas de modo muy tenue. Por desgracia, la prosa florida, virulenta, humorística, coloquial de Jerez, suele caer en la simplificación, cuando no en el estereotipo. Llamar al atractivo y puritano Leandro "Chancho en Misa", al ex boxeador Danilo "Puñete Rabioso" o a Omar, quien regresó del exilio en Argentina, "Juan Buenas Peras", puede, en muchos pasajes, ser divertido, pero a la larga termina por cansar.
En todo caso, Femando Jerez nunca cae en el cliché panfletario, en la caricatura burda, en el llamado a las virtudes rebeldes o en las pretensiones seudo filosóficas, tan comunes en las narraciones de trasfondo político. La información entregada mientras se desarrolla el argumento es precisa, documentada y se ajusta bastante, en términos generales, a lo que fueron entonces los acontecimientos vividos en el país. El modelo para concebir esta trama, sobresaltada e intensa, hiperactiva y claustrofóbica, como es El himno.... pudo haber sido el de una tragedia clásica, aun cuando el resultado es melodrama y comedia. Tratándose de temas ya abordados, en tantas oportunidades y por tantos escritores, no es un logro menor.
El himno nacional, José Promis, El Mercurio, Santiago 2 de marzo de 2002
Si deseáramos encontrar una clave para definir el sentido más profundo que ofrece la última novela de Fernando Jerez (LOM, 2001), no tendríamos que avanzar mucho en la lectura del texto. Casi al iniciarlo, nos advierte que la historia se desarrollará en un momento donde “nada era lo que aparentaba ser”, cuando “los ojos veían en las cosas nada más que la piel del disfraz mentiroso que cambiaba la realidad verdadera por la falsa”. Las peripecias suceden a lo largo de una semana del año 1985, época en que un grupo de manifestantes se congrega los días miércoles en la Plaza de Armas para cantar el himno nacional como una forma de protesta contra el poder omnímodo e inclemente que dirige los destinos del país. La figura de quien lo ostenta nunca se asoma en las páginas del relato, pero el lector se entera de la crueldad con que esbirros y sicarios ejecutan sus designios a través de los testimonios de las principales voces que se escuchan en el primer plano de la narración: Vinicio, un pintor de apariencia más bien insignificante que se transforma en peligroso y demoníaco enemigo del régimen a causa de una caricatura que ha hecho del dictador. Y los miembros del servicio secreto encargados de su vigilancia, Juan buenas Peras, Puñete Rabioso, Chancho en Misa y el enigmático oficial que emite sus órdenes desde la sombra.
Fernando Jerez no ha querido escribir un relato donde una vez más las tortuosas veleidades del poder absoluto sean definidas sobre la inflexible dicotomía previa de los opresores y los oprimidos, los victimarios y las víctimas, los perseguidores y los perseguidos, la perversidad y la indefensión. Por el contrario, su texto señala que circunstancias como las que tienen lugar en su novela convierten a los individuos en marionetas de un guiñol sangriento y absurdo donde cada uno desempeña un papel disparatado. El referente histórico se convierte así en una representación farsesca donde los términos de la maldad y de la bondad diluyen sus fronteras. Cual más cual menos, los personajes son víctimas espasmódicamente controladas por sus propias debilidades, anhelos, obsesiones, terrores y frustraciones estimulados hasta el paroxismo por la presencia de un poder que no por amedrentador para unos y protector para otros, es menos ajeno, maligno e inaccesible para todos.
El Himno Nacional es una novela que satisface al lector más exigente. Despierta el interés desde su primera página debido a la solidez de sus imágenes, a la excelente construcción del conflicto y al uso de un impecable lenguaje narrativo. Su arquitectura trasluce la celosa responsabilidad asumida por el autor para comunicar una convincente imagen artística utilizando un discurso donde es muy difícil descubrir alguna fractura compositiva. El recurso que armoniza con indudable destreza la organización del lenguaje con la imagen de un mundo donde es muy difícil vivir con sinceridad (nos advierte el texto), es una voz narrativa que sin abandonar nunca la responsabilidad de conducir cuidadosamente su discurso, abandona su punto de vista personal para relatar situándose de preferencia en el interior de la conciencia alterada de sus personajes y permitir que, de esta manera, pueda fluir libremente la frágil textura de su humanidad. El resultado es una sorprendente parodia tragicómica acentuadamente realista, porque, como bien sabía Vinicio, no hay realismo más cruel y categórico que la caricatura.
La hora de la tarde, Santiago, 21 de enero de 2002
Una galería de personajes se internan en medio de la lucha política de los años ochenta es la que propone acá el escritor Fernando Jerez, quien con una aguda pluma pinta un cuadro de vidas aisladas en medio de una época en la que era fácil vivir situaciones extremas.
Un grupo de manifestantes se reúne todos los miércoles en la Plaza de Armas a interpretar el himno nacional con el ánimo de vilipendiar a quien ejerce el poder político, despertando la odiosidad de agentes de inteligencia que los acechan por todos los rincones de la ciudad. Combinando humor y tragedia con acción, suspenso, una violencia extrema y dulzura, el autor interpreta un escenario dominado por protestas ciudadanas, dtenidos desparecidos, toque de queda y miedo.
Moreno, bajo, bien peinado. Filebo. Las últimas Noticias, 21 de julio 2002
He estado conversando con Fernando Jerez sobre el contenido de su más reciente novela, “El himno nacional”. Jerez me confirma que el protagonista de la obra –el pintor Vinicio- corresponde en gran medida a la identidad del pintor chileno Santiago Nattino Allende.
Como se lee en la contratapa del volumen, “la historia gira en torno a un pintor, Vinicio, que junto a un grupo de manifestantes acude cada miércoles a la Plaza de Armas de Santiago a cantar el himno nacional. Por esta razón y por haber creado la mejor y más ridícula caricatura del todopoderoso que manda en el país, unos agentes de inteligencia comienzan su persecución día y noche, en el peor escenario de protestas ciudadanas, detenidos desaparecidos, represión, toque de queda y miedo”.
En la vida real, Santiago Nattino Allende resulto, a la postre, salvajemente asesinado junto al sociólogo José Manuel Parada Malvenda y al profesor Manuel Guerrero Ceballos. Le cuento a Fernando Jerez –autor fogueado ampliamente en el manejo de una peculiar caligrafía narrativa xon novelas como “Un día con Su excelencia”- que de niño yo veía muy a menudo a Santiago Nattino, compañero de colegio de mi hermano mayor. Los Nattino vivían en la calle Apóstol Santiago, que estaba situada muy cerca del liceo Miguel Luis Amunátegui, al que yo asistía. La familia –es decir, el padre- tenía un pequeño negocio de bazar y almacén en las vecindades del empalme con la calle Santo Domingo.
Santiago Nattino era moreno y bajo. Iba siempre bien peinado. Sus ropas se veían pulcras. Su estilo de saludo de ojos algo dicharacheros y de contenida sonrisa en los labios lo conservó a lo largo de los años. En mi casa llamaba la atención Juan Nattino, el hermano, por el espíritu revuelto que lo caracterizaba. Se nos quedó grabada su imagen como la del primer ciclista que manejaba una bicicleta sin manubrio en el barrio.
Nunca tuve ocasión de preguntarle a Santiago Nattino por su hermano Juan y su bicicleta sin manubrio.
Los sicarios de El Himno Nacional, Luis Alberto Mansilla, La Nación, 6 abril 2002
Sobre la dictadura de Pinochet se han escrito numerosos ensayos, testimonios y reportajes, pero no abundan los relatos de ficción. Por eso, la novela EI Himno Nacional, de Fernando Jerez (Lom Ediciones), resulta una novedad, y mucho más por sus protagonistas. En primer plano no aparecen las víctimas sino los victimarios, como personajes que tienen una historia que los explica.
El aparato represivo creó auténticos profesionales del terror, que no siempre estaban en la nómina oficial de los agentes de la CNI u otros organismos encargados de sofocar a los opositores. Se reclutaban entre elementos de los bajos fondos o en las filas de incondicionales que creían que el régimen militar había salvado a Chile del apocalipsis comunista. No dudaban de la veracidad del Plan Z y consideraban a los opositores como humanoides, de acuerdo a la calificación del almirante Merino.
La novela invita a una exploración escalofriante. La trama gira en torno a tres sicarios encargados de hacer el trabajo sucio. Obedecen ciegamente las órdenes superiores, entre ellas la de espiar a los opositores noche y día. Establecen puestos de vigilancia en las casas vecinas de las víctimas, registran sus visitas, se estacionan en automóviles en las cercanías, siguen sus desplazamientos. Todo tenía que estar preparado para que luego fuera exitoso el operativo que conduciría a los espiados hacia los cuarteles de tortura o la desaparición definitiva.
El Himno Nacional acerca a loslectores a la doliente intimidad de los sicarios. El primer escenario es la Plaza de Armas de Santiago, donde se reúne todos los miércoles un grupo de personas que no hacen otra cosa que cantar el Himno Nacional. Se trata de parientes de los desaparecidos, estudiantes, militantes de partidos políticos ilegalizados, intelectuales y obreros. Siempre está allí Vinicio, un pintor que levanta una caricatura del tirano; es su aporte a la protesta que siempre es reprimida. Los manifestantes son rigurosamente vigilados y, entre ellos, se camuflan los protagonistas de la novela: Danilo, un boxeador en decadencia a quien apodan "puñete furioso", dispuesto a golpear a quien se le presente y que solo no es agresivo con su abnegada mujer; Leandro, llamado "chancho en misa", un campesino, fanático religioso, que dice actuar en nombre de Cristo, orgulloso de pertenecer a los "escuadrones de Dios para impedir el retorno de los paganos"; y Omar, o "Juan buenas peras", obrero de la construcción que ha vivido en Argentina y que sufre la vejación del adulterio de su mujer con su mejor amigo (uno de los jefes de los operativos).
"Quien mirara a los ojos de los represores ‑dice el libro‑, descubriría que en su condición de subordinados les habían sacado el alma a jirones para llenar el vacío con un barrial de maldad". Son preparados minuciosamente y se les extirpa todo sentimiento humano para que sirvan a la patria y destruyan a sus enemigos.
En contraste, Vinicio no es un artista encerrado en sí mismo: no pertenece a ningún partido ni le interesa la militancia. Se lamenta de su pequeña estatura y de su calvicie. Adquiere un compromiso con la resistencia y les proporciona a unos muchachos miles de caricaturas que servirán para burlarse del dictador. Está enamorado de su bella modelo v se reprocha muchas cosas que le han impedido vivir plenamente. Su amor en la madurez significa una turbadora interrupción de su rutina de hombre casado con una esposa fiel. Sabe que es seguido y asediado, pero no tiene conciencia clara del peligro.
El ritmo de los últimos capítulos se parece al de una película de suspenso. Todo está listo para detener y torturar al pintor; debe confesar cuáles son sus contactos y cómo maneja toda una red de la resistencia. Ese mismo día son aprehendidos otros opositores: un profesor y un funcionario de la Vicaría. El despliegue es grande y se usan helicópteros. “Puñete rabioso" debe cortar con una echona el cuello del pintor (unaalegoría de Santiago Nattino) que no ha pronunciado palabra en los interrogatorios bajo tortura.
Ninguno de los sicarios tiene dudas acerca de la validez de su acción. Creen estar sirviendo a la patria y contribuyendo a eliminar a los elementos que atentan contra el pabellón nacional, la familia y la propiedad, o que están al servicio de potencias extranjeras. Son valores retóricos, que no entienden del todo, pero que los convencen para actuar.
Los sicarios del tiempo de Pinochet estimaban que su impunidad estaba garantizada por el poder absoluto. Las torturas, la desaparición de personas, la agresión a los opositores, los asaltos a domicilios y poblaciones enteras, se convirtieron en sucesos corrientes. Se vivía en un país enrarecido por el miedo y la amenaza de la visita nocturna de los agentes represivos.
Con una prosa diáfana y dinámica, Jerez describe personajes y situaciones de duro recuerdo. Lo hace como un novelista que disecciona a sus criaturas sin hacer un juicio sobre ellas. También los sicarios son seres humanos que llevan sus propios tormentos personales.
El Himno Nacional es algo más que un documento. Es una historia de existencias que pertenecen a la parte oscura de la escena. En definitiva, muestra a los agentes de la represión como seres distorsionados y enloquecidos, que actúan contra su propio pueblo en virtud de una causa que no alcanzan a percibir que es ajena a ellos mismos.
El Himno Nacional de Fernando Jerez, Ramón Díaz Eterovic, La Prensa Austral. Punta Arenas, 27-12-01
Entre las últimas publicaciones del año 2001 sobresale la novela de Fernando Jerez "El Himno Nacional" que permite un nuevo acercamiento a la narrativa de uno de los mejores exponentes de la llamada Generación de "Los Novísimos", en la que también destacan los nombres de Poli Délano, Ariel Dorfman, Antonio Skarmeta y Ramiro Rivas. Una generación cuya obra emergió en los años setenta y que se caracteriza por la estrecha relación de sus textos con el acontecer político chileno de los últimos treinta años.
Fernando Jerez (Lo Miranda, 1937) tiene a su haber una extensa lista de títulos, entre los que recordamos sus novelas "Un día con su excelencia" y "Temprano despunta el día", y los conjuntos de cuentos "Así es la cosa " y "Adiós Doris", en todos los cuales ha dado muestra de su inventiva y gran manejo de los recursos narrativos para construir historias que siempre resultan atractivas y convincentes. Algunas de sus novelas han sido editadas en el extranjero y sus cuentos figuran en múltiples antologías publicadas dentro y fuera de Chile.
En "El Himno Nacional", Fernando Jerez recrea capítulos especialmente oscuros de la pasada dictadura pinochetista, centrando su historia en la figura de Vinicio, un pintor que ha participado en la confección de inofensivos panfletos y que es detectado por agentes policíacos mientras concurre a las manifestaciones que un grupo de personas realiza en la Plaza de Armas de Santiago, y que no consisten en otra cosa más que cantar el himno nacional una vez a la semana. A partir de ese hecho aparentemente simple, el artista es sometido a una implacable vigilancia, que se sucede mientras Vinicio intenta dar un nuevo sentido a su vida a través del romance con la joven modelo de sus pinturas, y mientras ve o se informa cómo otros de sus amigos artistas son apresados o condenados al exilio.
La mayoría de los pasajes de la novela están narrados desde la perspectiva de tres sicarios ; seres de complejas personalidades y oscuros sentimientos que se dedican al siniestro oficio del matonaje y la delación. Esta perspectiva permite a Jerez explorar en la psicología de quienes participaron en la represión política y con ello entregar una visión hasta cierto punto novedosa de una actividad que, no por deja de provocar rechazo y repulsión. A través de estos personajes Jerez logra una buena descripción del ambiente y la atmósfera que se vivía en Chile durante el año 1985, profundizando en ese ir y venir cotidiano, de luchas y esperanzas, que caracterizó las vivencias de muchos chilenos Esta nueva publicación de Jerez está estrechamente vinculada a su novela "Un día con su excelencia" en la que, con el trasfondo de los hechos que ocurrían en el país a fines de los años setenta, recreaba la existencia de un solitario dictador En ambas novelas hay un logrado intento por recrear la historia política chilena de las últimas décadas y muestran a su autor como un agudo testigo, capaz de hacer buena literatura a partir de su interpretación de esos gestos cotidianos que daban forma a la vida chilena en dictadura. Sin duda, "El Himno Nacional" suma sus páginas a la gran novela sobre dictadores que han escrito y seguirán escribiendo los autores latinoamericanos y, a partir de su publicación, se constituve en un texto imprescindible para el necesario ejercicio de la memoria colectiva.
El Himno Nacional premiado. Antonio Rojas Gómez, Gran Valparaíso, Diario Electrónico, 24.01.02
El Círculo de Críticos de Arte de Valparaíso destinó el premio categoría nacional 2002 mención literatura a la novela El himno nacional (LOM Ediciones, 2001), del escritor Fernando Jerez.
Se trata de una novela muy bien construida, cuyo atractivo va in crescendo de la primera a la última página, que aborda un tema de profundo interés y revela una visión del reciente pasado nacional a través de la acción de la resistencia civil a la dictadura y de la represión de los servicios secretos de ésta.
No se trata, sin embargo, de una visión politizada, sino humanista en el sentido de brindar a cada personaje el análisis de su personalidad, algunas veces psicopática, pero siempre comprensible para el lector, aun cuando le cueste justificarla. Los actores de esta novela son seres vivos, que actúan motivados por circunstancias no siempre diáfanas, pero claramente importantes dentro del marco de sus vidas personales,
No hay aquí malos perfectamente perversos, ni buenos absolutamente puros. Hay hombres y mujeres que se equivocan, vacilan, creen estar haciendo lo que corresponde, se esmeran, gozan y sufren, tiene expectativas y derrotas. Y son conducidos a un final estremecedor, que pareciera estar más allá de sus voluntades, dictado por un ente multifacético y diabólico que comanda los hilos de la destrucción y de la muerte, de la maldad por encima del bien, un ente perverso que no aparece en la novela, pero se cierne sobre las vidas que palpitan en sus páginas. Y allí es posible descubrir el trasfondo ético que subyace en un relato escrito con la distancia y el respeto que el artista debe manejar sobre los materiales sociológicos con los cuales trabaja.
Destaquemos, finalmente, el cuidado de la prosa, entre la mejor que es posible leer hoy en Chile, que constituye un agrado para el lector más exigente, y deja en su conciencia una huella profunda, que lo llevará a meditar en la historia narrada, a incorporarla a sus vivencias y a recordar largamente El Himno Nacional como una de las grandes novelas chilenas de hoy.
Ramiro Rivas, Revista Rocinante
“Hay autores que al extremar la indagación subjetiva, producen un quiebre, un corte en las afinidades clásicas entre el narrador y la realidad más concreta. Se ha hablado, también, al referirse a la narrativa latinoamericana, de cierta subjetividad contemporánea, de la angustia del hombre moderno. Una suerte de desencanto reflexivo, de mirada escéptica y sin fe. Conceptos que quisiéramos revertir, después de leer esta nueva novela de Fernando Jerez, uno de los escritores chilenos más consecuentes con su quehacer literario y, a la vez más fiel a un ideario estético y social incontrovertible a lo largo de sus cinco libros de cuentos y cuatro novelas publicadas.
En efecto, la visión de esta realidad fracturada, el autor la expone, primero, desde un realismo objetivo y palpable para, luego, pausadamente, introducirnos en ese universo subjetivo y cerrado de sus personajes. Angustias acrecentadas en el ser urbano americano, golpeado una y otra vez por cuartelazos y revoluciones, y que Jerez ha sabido mantener presentes en su novelística, iniciada con El miedo es un negocio, editada a pocos días del golpe militar. En esta obra ya advertía y desenmascaraba el oscuro mundo económico de los empresarios, el pánico financiero desatado durante el gobierno socialista de Salvador Allende y la consiguiente huida de los capitales al extranjero. Lo seguirían Un día con su Excelencia, verdadero “tour de force” que circunscribe la existencia de un dictador en veinticuatro horas, y Temprano despunta el día, desarrollada durante el periodo histórico de la Unidad Popular.
La literatura de Jerez encierra propósitos bien definidos, sin traicionar jamás sus presupuestos. Tampoco emplea esa especie de paternalismo literario, que finaliza por prever los hechos, vaticinando su sentido, o abrumando al lector con antecedentes y explicaciones que terminan por anular la iniciativa imaginativa del receptor. Por el contrario, el autor ahonda en las estructuras narrativas, con el fin de aproximarnos con mayor soltura a la realidad que desea exponer.
En esta novela, Jerez se ocupa de una temática casi inédita en la novela chilena contemporánea: el mundo psicológico de los torturadores durante e[ régimen militar. Mediante una narración fragmentaria, de capítulos breves, va trazando y develando la galería de personajes que constituyen el grupo de agentes secretos, sin recurrir a la abierta descalificación a priori, sino a un meticuloso estudio de sus caracteres, costumbres, desolación y oscuros traumas. No es una narración en blanco y negro; por el contrario, es una mirada caleidoscópica de un grupo de seres comunes, atrapados en una labor abyecta que no son capaces de comprender en su verdadera dimensión.
La historia se sitúa en los días previos al homicidio del personaje protagónico, el pintor Vinicio, el año 1985. A pesar de que el autor, por respeto a la víctima y al carácter ficcional de muchas escenas, no asegura corresponder a la biografía del pintor Santiago Nattino, degollado ese mismo año junto a Parada y Guerrero, las coincidencias materiales e históricas resultan indesmentibles.
El relato se efectiviza durante el transcurso de unos pocos días. Los capítulos concisos, dinámicos, dedicados a cada personaje, atañen a la historia individual, particular y excluyente de cada sujeto tratado, pero que funciona hábilmente en contrapunto con los sucesos del país, a doce años de iniciada la dictadura militar. No obstante lo tortuoso de la trama, el autor no excluye un moderado humor, un tono irónico en la caracterización de los personajes.
El himno nacional constituye un nuevo acierto en la creación de Jerez, demostrando con esta obra pertenecer a la exclusiva galería de los buenos narradores chilenos contemporáneos.
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