El Mercurio
2 de Marzo de 2002
|
Así como en la época que describe "nada era lo que aparentaba ser", la obra más reciente de Fernando Jerez (1937) no es un cuento -aunque ha escrito muchos- ni tampoco se lo dedica a la capital, pese a que en ella transcurren los hechos. El himno nacional (LOM) es en cambio su cuarta novela y en el origen está su último encuentro con un entrañable amigo, a quien no alude directamente para que sea el lector quien lo vaya descubriendo. Ese es su homenaje.
- ¿Cuándo surgió la idea de escribir esta novela?
"Hace por lo menos tres años. Quería hacer un cuento muy sencillo, muy cortito, y se alargó, aparecieron personajes en una reunión en la Plaza de Armas y fue necesario desarrollarlos. Yo estaba escribiendo otra novela, que estoy terminando ahora, pero me pescó esta y sentí que no había que interrumpirla; incluso tenía una invitación a un congreso en México y nadie podía entender que no fuera".
- ¿Por qué otra vez el tema de la dictadura?
"Todos estos hechos traumáticos, no sólo de Chile sino de la humanidad, han llevado a la pintura, a la literatura, a todas las expresiones del arte a insistir en esos temas desde distintos ángulos, no sólo político. Así ha ocurrido con la Segunda Guerra Mundial, con Vietnam, con la guerra civil española... Acabo de leer "La lengua de las mariposas", un cuento maravilloso del español Manuel Rivas sobre la guerra civil en su país, y el nació el año 57".
- En vez de una separación maniqueísta entre buenos y malos, en su novela explora las motivaciones de los agentes de seguridad.
"Como siempre he escrito sobre temas conflictivos, he tratado de vencer varias dificultades: la caricatura, por ejemplo, la mirada única sobre los hechos, y también el lenguaje, que va perdiendo fuerza. Cuando se decía durante la Unidad Popular "No a la guerra civil", al comienzo tenía fuerza, pero al final era una consigna más. Entonces tenía la dificultad de utilizar palabras que estaban demasiado gastadas, y tú ves que no se habla de "rojos" ni de "marxistas" ni de "unidad popular". Respecto de la mirada, no podía saltarme el hecho de que había colas, de que quitaban campos y de que en esos campos no se hacía nada, porque crecía la hierba. Esa es una realidad, yo no puedo abanderizarme. Con lo único que me abanderizo es con lo que siento".
- ¿Luchó además contra el lenguaje sociológico?
"Esa fue una lucha encarnizada; y quedaron resabios. Al comienzo intervenía mucho, quería que mi voz estuviera presente y que opinara sobre los hechos, sobre lo que eran los dictadores. Entonces me di cuenta de que la novela perdía credibilidad, y fui sacando pedazos enteros".
- La ironía cae a veces en lo esperpéntico, por ejemplo, al describir la infancia de Puñete Rabioso.
"Uno va tomando simpatías por algunos personajes y a veces no puede vencer la tentación de divertirse con ellos, moverlos de otra forma, más libre. Y el boxeador fue uno de los que más me atrajo".
- Vinicio, su protagonista, está inspirado en Santiago Nattino, ¿por qué tomó sólo su caso y no el de los tres degollados en 1985?
"Yo fui muy amigo de Santiago, incluso me hizo la portada de mi primer libro. Era un hombre exageradamente bueno, entonces yo me preguntaba ¿por qué él? En la novela quise encarnar que su caso era distinto. Por ejemplo, el velatorio de los otros se efectuó en la Catedral, en una capilla, y hubo un desfile enorme de gente, un homenaje inmenso. Santiago estaba en una capilla en Bustamante donde había un cura amigo de la familia; Elena, su señora, y un hijo. Nadie más. Él era como un ser que nada tenía que ver en esta historia. Como había sido mi amigo, quería rendirle un homenaje".
- ¿Por qué eligió como eje y punto de partida el himno nacional?
"Porque la última vez que lo vi fue en Ahumada; yo iba con el Poli (Délano), que no lo conocía, y le pregunté "qué haces aquí, Santiago, tanto tiempo", entonces me dijo "voy a cantar la canción nacional", "ah, entonces vamos todos". Después nos perdimos en la multitud, de repente había que arrancar y ya no lo vi más. Recordando todo esto dije "voy a hacer un cuento para Santiago". Y así empezó".
- ¿También quiso rescatar el miedo de esos años?
"Sí, porque hay un desconocimiento absoluto, y no sólo eso: es inimaginable el miedo que existía en esa época para los que no lo vivieron. Hay quienes no creen que persiguieran a alguien por hacer una caricatura o porque había estado con tal persona, bueno, pero perseguían por cosas mucho menores. Yo escribía una página de un libro y la llevaba a la casa de un amigo, porque estaba esperando que me allanaran. O los perros ladraban en la noche y decía "ya vienen". Todo eso sucedía. Ibas a una fiesta y de repente veías que estaban empadronando los autos, anotando las patentes".
- Considerando ese miedo, ¿por qué quiso ponerse también en el lugar de los perseguidores?
"Me interesaba destacar que las víctimas eran por los dos lados. Por un lado estaban los muertos, los perseguidos, los exiliados, los exonerados; y por otro, esa gente a la que le tocó decidir "soy héroe o soy villano"; la dictadura los pone en esa situación y algunos se deciden por ser villanos, torturadores. Ese era su destino".
|
|