EL SUR, Concepción, 10 de febrero de 1985 Por Anamaría Maack |
Perteneciente a una generación literaria desmembrada, la del 60, aquella de Poli Délano, Luis Domínguez, Ariel Dorfman, Antonio Skármeta, “piensa que sólo ahora se han dado condiciones más favorabes, y de allí que se publique tanto, aunque ya vendrá la necesaria decantación…”
Fernando Jerez:
“Quedarán los que tienen que quedar”
“Así es la cosa”, de Fernando Jerez, es una de las novedades que ofrecen en esta temporada las librerías locales. Publicado en México, en 1975, fue reeditado recientemente en Chile por Ediciones Cerro Huelén y presentado no hace mucho en Concepción por el propio autor, oportunidad en la que fue posible conversar con él para conocer su enfoque respecto de la literatura y descubrir un poco el origen de su vocación.
Al abordar algunos de sus textos se comprueba que Jerez escribe con soltura: Las palabras fluyen en una secuencia fresca que controla de principio a fin, sin perder ni su ritmo ni su lógica, y sin cansar al lector. Por el contrario, éste se va sumergiendo en el tejido de frases y palabras, sin saber hacia dónde va, pero dejándose llevar dólcimente por ese flujo que de tanto en tanto lo sorprende por el giro de los acontecimientos o porque, ha llegado al final del relato sin darse cuenta.
Pero escribe también con cierta rabia, como aburrido de ciertas situaciones. Dice, entonces, las cosas como son, disfrazándolas apenas, con el propósito, sin duda, de ser claro en esto de revelar una impaciencia que, por momentos, se convierte en impotencia. Es, al menos, la sensación que embarga a quien lee estas páginas que no ocultan las deformaciones, de que es capaz el hombre cuando es dominado por el arribismo y la codicia.
Fernando Jerez es técnico en comercio exterior, "actividad que aparentemente no tiene nada que ver con la literatura -comenta entre divertido y cauteloso-, pero que es un mundo muy rico, e inexplorado por la literatura".
UN MUNDO DE CONTRASTES
Remontándonos hacia sus inicios, supimos que desde muy niño está en esto de crear mundos de ficción e inventar historias. Acostumbraba, así, a entretener a su abuela y esto le sirvió para estimular el juego de su imaginación. Siempre pensó que tenía que escribir y comenzó a ejercitarse, a reconstruir cuentos de difícil construcción, a probarse. También leía mucho, y lo sigue haciendo hasta el día de hoy, como tampoco deja de repasar materias sobre estilo, literatura contemporánea y sintaxis.
Un tiempo se vinculó a un taller de literatura y durante un año estudió narrativa con Manuel Rojas, gracias a una beca que obtuvo de la Fundación Luis Alberto Heiremans. A los 21 años publicó su primer libro, "Un bachiller extraño", a su juicio, 'tempranero, prematuro". Dos años después apareció el segundo, "Los sueños quedan atrás", donde la crítica fue positiva y lo convenció de que debía continuar. En 1971 publica "Déjame tener miedo", en 1973, "El miedo es un negocio" (editado en Santiago, Buenos Aires y traducido en 1976 al alemán, en Berlín), y luego presenta "Así es la cosa", primero en México, en 1975, luego en Ediciones Cerró Huelén, en Chile, el año pasado, oportunidad en que la obra obtiene el Premio Municipal de Literatura. En estos momentos prepara, un volumen de cuentos y dos novelas.Alfonso Calderón, en el prólogo de “Así es la cosa”, anota: “Si a veces las narraciones registran un suceso de humillación, un infortunio, o un prolijo enigma derivado del aquí a del ahora, el hombre que sigue siendo la medida de todas las cosas, y ese punto de ternura, con los frutos de la esperanza, consolidan la belleza de relatos en los cuales pequeños datos o informaciones cotidianas ponen en juego la memoria colectiva, activando la participación de quien lee". Y esa ternura se percibe al leer sus cuentos. No es que el autor se proponga ser tierno, es algo que aflora inconscientemente: "Uno mismo se asombra. Cuando releo mis textos pienso muchas veces que no los puedo haber escrito yo, porque no tienen nada que ver con mi forma de ser como hombre, con lo que soy, y me parece que funciona otra persona, otro ente, otro soplo, aunque no creo en la inspiración, pero como que algo se pega a uno cuando escribe". Hay cuentos sin anécdota, casi, que son Meras impresiones, muy rápidas de una espontaneidad inteligente, donde su mayor preocupación la vierte en buscar la técnica más apropiada para decir lo que tiene que decir: "Mi literatura tiene mucho que ver con la realidad. Me interesa el mundo que me rodea, un mundo que está hecho de mucha rigidez y dolor, donde todo color parte de mi desesperanza, a partir de ciertos puntos de ternura del personaje y la desilusión posterior, o la afinidad con el entorno. En general, me interesa saber cómo responde el personaje, cómo se sitúa en ese entorno, en su realidad, en el contexto".
LA ESPERANZA SE RENUEVA
Él mismo estima que en sus cuentos reinan las atmósferas donde a veces se cierran los caminos de las soluciones: "Son los contrastes entre anhelos, sueños, deseos, aspiraciones y situaciones reales que se viven, los que producen el dolor. Una situación, por ejemplo, en una de mis cuentos, es la tortura, donde un hombre atado a una silla es castigado, pero un hombre que vive, que quiere a su familia, que quiere la unidad, la justicia. Ahí el contraste con la brutalidad se establece solo".
Pero esa fue una etapa de su escritura. Ahora se encuentra ante una visión distinta de la vida, donde la esperanza se desarrolla, pero donde los caminos también se cierran, muchas veces, a soluciones positivas. Porque es su manera de ver el mundo, donde los problemas son superados en un momento, pero vuelven y se repiten de manera cíclica. “Sin embargo, se inicia, cada día, una nueva aventura, siempre se renueva la esperanza”.
Fernando Jerez siente un gran placer al escribir, necesita comunicarse y goza trabajando con la plabara, al armar las frases, provocar sensaciones: "No importa que la obra se haya gestado afuera o en el silencio interno: interesa su calidad".
"El chorro o torrente de lo que uno quiere expresar es a veces tan grande que uno tiene que tener una gran organización para la selección de materiales. Y es ahí donde, a veces, la organización del matemático o del científico que trabaja con una disciplina rigurosa, es muy importante para el novelista".
El escritor guardó silencio por varios años. Fue una especie de exilio que se autoimpuso al encontrarse solo: sus amigos se habían ido, a nivel de editoriales y grupos literarios carecía de contactos y no tenía ninguna posibilidad de publicar.
Pero las cosas han cambiado, dice: “El hecho de que se pueda publicar sin previa censura, hizo que se escribieran muchos libros y que se leyeran las obras en público. Se produjo una gran convivencia entre los escritores, se encontraron los jóvenes con los que tenían cierta experiencia, y surgió una competencia muy sana. Ahora todos quieren manifestarse y han aparecido antologías, como la editada por Bruguera, donde se reúnen 21 escritores de diferentes generaciones". Observamos que llega un momento en que todos quieren escribir y todos desean ser' escritores y ser reconocidos como tales, haciéndose difícil separar lo bueno de lo malo: "Yo creo que el gran seleccionador es el público. Hay muchos escritores nuevos que no van a ser reconocidos de inmediato, ya sea porque emplean técnicas avanzadas, o por el texto o por su forma de organización, pero es bueno que salgan a la cancha. Ahí se verá".
Agrega que no sólo se ha visto un auge de quienes escriben, sino también de gente receptiva, que va a las lecturas poéticas o literarias, a los foros, que va y escucha: "O sea, hay una necesidad de expresarse, tanto del escritor como del público en general, del receptor y del emisor. El receptor enriquece sus puntos de vista, busca una visión más completa, superar dudas, protestar, denunciar, explicarse la vida y las cosas. Ahora, si son escritores que van a durar, eso es algo que se veráconel tiempo".
PRIMARA LA CALIDAD
Según Fernando Jerez, la literatura sirve para que el hombre no se sienta solo. Generacionalmente, se le sitúa entre los escritores del 60, donde estarían Ariel Dorfman, Skármeta, Poli Délano, Enrique Valdés, Manuel Miranda -gran escritor chileno radicado actualmente en Alemania-, Luis Domínguez y otros, "pero, en general, nosotros no constituimos nunca un movimiento, porque no se dieron las condiciones, y luego, porque unos se fueron y los menos se quedaron".
¿Se sienten en desventaja, quienes se quedaron, frente a los que salieron y ahora están retornando? "Creo que éste es uno de los grandes problemas que enfrentamos. Pienso que los que se quedaron, hablando estrictamente en lo literario, se perjudicaron porque casi todos los que estuvieron afuera, recibieron una gran atención por proceder de Chile y esa atención se tradujo en que casi todos publicaron. Tuvieron oportunidad de hacerlo, sin restricciones, sin censura. Entonces, pese a que en otro terreno haya sido muy dramático, tuvieron una experiencia dolorosa que los enriqueció".
“De los que nos quedamos, algunos estaban marcados, otros no tuvieron ocasión de publicar, no tentamos acceso a las editoriales, en algunas antologías se nos ignoraba. Recuerdo que el seleccionador de la antología editada por Andrés Bello me llamó para disculparse por no incluirme, poro tenía instrucciones de no hacerlo".
"Ahora, estos escritores que estuvieron afuera retornan y de nuevo se fija la atención en ellos, son noticia, publican, llegan por editoriales transnacionales. Se olvida que los escritores que permanecieron acá tuvieron una lucha dramática por su subsistencia también, lucha que algunos superaron, otros no. Nuestra existencia no consistió en placeres. Pero pienso que es peligroso hacer estas divisiones. No hay que siquiera establecer la separación entre una literatura peregrina y una literatura establecida en el interior. Lo que interesa es que impere el criterio de calidad".
A. Maack |
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