Santiago, domingo 26 de agosto de 1973
LA NACION
Fernando Jerez:
Un hombre que escribe porque le da la gana
Por Orlando Cabrera Leyva
Hay realidades concretas y realidades míticas. Y son tan contundentes las unas como las otras. La cuestión está en no evadir la realidad, en no hacer “moñitos” innecesarios, como diría Lucho Alamos. Hay que disparar desde cualquier distancia para que salgan los goles, porque lo que interesa es la emoción del gol.
ESCRIBE porque le da la gana. Simplemente. Le dan ganas de escribir y no puede soportar la tentación de hacerlo. Es un vicio. Siente miles de cosas: sabotajes, pasiones, dramas, estados edificantes. Recuerda. Escribe, escribe arremetiendo para acercarse a los demás. Y se siente acompañado y feliz, “realizado”, como dicen los que se preocupan de las “tragedias” del ser. “No. Yo escribo por las ganas, pero con gran responsabilidad, sin eludir nada. Ese es mi compromiso”.
Así ha entregado Fernando Jerez “Los sueños quedan atrás”, “Déjame tener miedo” y ahora su primera novela: “El miedo es un negocio”·
Nació en alguna parte, en algún sitio de este Chile que le duele muy hondo. El hecho ocurrió en Rancagua, allá por el año 1937. Un proceso de estudios humanísticos inevitables en el Instituto O’Higgins. Paso raudo por periodismo y leyes. Tuvo el gran sacudón de la ternura, se casó y ahora es padre de dos hijos. ¿Más historias de esas que llaman humanas?
Cuando uno lo conoce cree haber hecho largos viajes con él, oyéndole contar anécdotas, recorriendo geografías inverosímiles, asustando a los pájaros en largos caminos arbolados. O encumbrando un volantín para que sirva de puente con el cielo.
Es un hombre serio, más serio que lo que corresponde a su edad. Y en ese plano estamos, preguntas van y respuestas vienen
EXPLOSION DEL LIBRO
¿Qué se ha producido una explosión editora en Chile? Lo saben hasta los analfabetos, que, por suerte, son los menos. Cree el autor de “El miedo es un negocio” que el fenómeno se debe a múltiples factores que dan para un estudio extenso. “El factor audacia es importante, porque para nadie es un misterio que, salvo excepciones, naturalmente, quienes editan libros lo hacen pensando en el dinero, como los que hacen tortillas o discos. Claro es que los que hacen tortillas o hacen discos es por que les gustan y los que editan libros también lo hacen por que les gustan los libros o los escritores (eso es más discutible), o porque tienen facilidad para hacerlo. Se sienten cómodos en su terreno. Pero, en términos más importantes el motor de la cuestión es ganar dinero más o menos a gusto, o ganar el dinero suficiente para continuar trabajando. Ahora bien, como el libro entra en un mercado que lo consume con más o menos lentitud y con ciertas dificultades, hay pocos hombres con la audacia suficiente para embarcarse en las aventuras del libro. En tal sentido, Quimantú tuvo la audacia de hacer la revolución al dar un vuelco en redondo al sistema editorial chileno, lanzando tiradas de decenas de miles de ejemplares, lo que provocó, de inmediato, una reducción de costos que permite vender a bajos precios. No deja de ser una aventura admirable y una responsabilidad para una editorial con intereses estatales. Quimantú probó rápidamente que la encuesta del privilegiado mercado chileno para el libro era valedera y otras editoriales comenzaron a formarse al amparo de esta comprobación. Hoy existen en el país por lo menos unas siete editoriales que están editando con gran regularidad, abriendo amplias respectivas al escritor chileno. Por ejemplo, Pineda Libros ha publicado, en siete meses, a unos diez escritores nuestros y proyecta continuar adelante con la ayuda de la merma de importaciones”.
¿Y el libro llega al pueblo? Jerez no está tan seguro de que esta explosión haya revolucionado la “llegada” del libro a los sectores populares. Para él, la palabra pueblo es tan discutible como los resultados concretos. Cree que en Chile se len libros hasta los llamados “estratos medios”, por supuesto con cierta relatividad. “Porque es distinto comprar libros a leer libros. El ritmo de ventas puede haber ido en aumento, pero siento que no hemos llegado al terreno donde se mueve el obrero, donde trabajan el obrero y los empleados más pobres y menos instruidos. Por cierto, ellos pueden comprar libros. No son caros. Pero no hay un aparato que marche paralelamente con la producción de libros. Los diarios, en su gran mayoría, mejor dicho los medios de difusión en general, prestan escasísima atención al libro, y si se trata de libros chilenos....mejor ni hablar. Yo no me refiero de esos comentarios sesudos y científicos que hacen algunos críticos y que son importantes, sino una suerte de difusión del libro y que capte la atención de potenciales lectores, que los guíe, que les explique todas las cuestiones maravillosas que pueden vivirse con el libro y que crea el hábito por la lectura, cuando los lectores se identifican con los personajes y pueden sentir su propia realidad. No hay, en definitiva, un aporte que beneficie al pueblo marginado de la cultura. Así como hay diarios que han empleado un atractivo lenguaje para dirigirse a las grandes masas con el propósito de narrarle crímenes o explicarle delitos sexuales, debería haber un lenguaje atractivo, para llevar a su público al terreno de las lecturas. Después éste pedirá más y la pista del escritor será más difícil. Se exigirá responsabilidad a quines no la tienen”.
NO TODOS ESTÁN CONFORMES
En la Sociedad de Escritores de Chile 8SECH) están ocurriendo cosas. Se prepara un encuentro nacional de escritores que ojalá no sea una reunión más, con acuerdos que vayan a parar al desván de los papeles inútiles. Pregunte usted ¿qué quedó del último encuentro? Y el aludido se alzará de hombros: “no recuerdo”. Se rumorea que existe el propósito de impulsar la creación de una nueva Editorial del Estado.
__”La SECH no ha estimulado ninguna iniciativa de esta naturaleza, para la que se exigiría un estudio muy serio. Es cierto que algunos socios no están plenamente conformes con Quimantú. Esto es explicable por el mecanismo de la naturaleza humana, por el deseo de ser prontamente editados. Pero hay más. Se dice que la Editorial Quimantú tiene que preocuparse de la parte comercial y de su intención de promover las grandes obras de la literatura universal y chilena. La Editorial del Estado sería un organismo de servicio público, destinado a una difusión masiva del libro, con fines educativos y de esparcimiento, con un apoyo financiero adecuado y con la participación activa de escritores, estudiantes y lectores representativos de las diversas actividades. Creo, en todo caso. Que esta es una materia que no puede tratarse con ligereza y por ello no quiero ahondar en consideraciones poco serias. El próximo encuentro nacional de escritores, programado para el mes de octubre, habrá de darnos claridad sobre este problema y muchos otros”.
__¿Qué tipo de literatura interesa en la actualidad al lector chileno?
__”Yo creo que siempre interesa la literatura que, en cierto modo, entretiene al lector. Ahora, si la literatura contiene algo más, es decir, si en la literatura nuestro hombre puede mirarse como esos tipos que se arrancan las canas frente al espejo, tanto mejor. Al parecer, los lectores están cansados de las frases de antología y las dispersiones filosóficas. La realidad está ahí mismo en el individuo
como para que el escritor lo saque por arte de magia a otro mundo. Sería una ilusión, un pasaje intrascendente. Claro que en eso de la realidad hay discusiones, hay verdades y hay mentiras. Hay realidades concretas y realidades míticas. Y son tan contundentes las unas como las otras. La cuestión está en no evadir la realidad, en no hacer moñitos innecesarios, como diría Lucho Alamos. Hay que disparar desde cualquier distancia para que salgan los goles. Lo que interesa, creo yo, es la emoción del gol”.
SIN CONTACTO CON EL EXTRANJERO
El libro chileno no desborda hacia el extranjero. Esto llama la atención en los medios artísticos e intelectuales de países interesados en la producción nuestra. Muchas obras salen de contrabando, pero, como es lógico, en mima proporción.
Jerez tiene sus puntos de vista:
__”Esta es una materia que debe preocupar tanto a los escritores como a las autoridades de este país. Literariamente continuamos con el complejo “isleño”. Se salvan los viajeros, naturalmente. También se salvan algunos escritores afortunados que han sido o están siendo traducidos en el extranjero, más que nada por el interés que despierta afuera el proceso político chileno. Cuestiones típicas. Pero el libro chileno no puede competir en los mercados internacionales. El marco editorial, pese a los grandes esfuerzos internos, tiene sus límites marcados en la cosa del número de los habitantes. En cuanto a la calidad, hay buenos y malos escritores. Pero eso se da en todas las viñas del mundo. El problema radica en las divisas, en los dólares. Me veo en la obligación de recurrir a Quimantú, por ser un ejemplo de libro que se vende a costos bajísimos. Bien, Quimantú, si desea exportar, tiene que convertir la moneda nacional a dólares sobre la base del precio de la divisa en Chile. El resultado, es a todas luces, insuficiente, porque de todas maneras el precio del libro chileno en dólares viene a ser más caro que cualquier producto similar en el extranjero. No hay forma de competir. A la inversa. Si el precio del dólar, mediante mecanismos de estímulo fuese más alto, el precio del libro chileno en el mercado internacional resultaría, finalmente, más bajo y podríamos entrar a los mercados internacionales. Fíjese que hay países en que las estadísticas de ingresos de divisas señalan a la industria del libro como un rubro realmente importante. Por eso, creo que es un problema que deben atacar escritores y autoridades, sin que ni unos ni otros se desvelen demasiado. Por otra parte, los importadores extranjeros o las editoriales extranjeras no se interesan por el señor Droguett, o el señor Coloane, o el señor Poli Délano, por una suerte de bajadas del cielo. No, señor. Hay que comentar los libros, hay que meterlos en las revistas, en las radios y en la televisión. Hay que meterlos en los boletines de las embajadas, en los boletines del Ministerio de Relaciones Exteriores, en los cables de las agencias noticiosas. Por el momento, si los escritores chilenos no tiene contactos en el extranjero, el gallo tiene que someterse a este destino de isleño, impajaritablemente”.
La novela de Jerez “El miedo es un negocio” tiene unas palabras finales suyas, que revelan su condición humana. Dice: “Pero todas las personas que me ayudaron a escribir esta novela tienen que recibir mi mayor reconocimiento. En señal de gratitud, y de acuerdo con la honestidad que me solicitaron, he sido todo lo rigurosamente exacto que se puede con su relato. Me atrevo a señalar algunos nombres de personas que fueron libremente dueñas de un trabajo cordial y de equipo”. Y las nombra: Ramón Barrera, Segundo Jiménez, Pepy, Florencio Costa, Nancy, los ejecutivos del Banco ZU y los trabajadores que participaron en la impresión del libro. |
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